Basada
en las Sagradas Escrituras, narra cómo Moisés se enfrenta al faraón y
consigue que deje salir a los israelitas de su esclavitud en Egipto. Los
israelitas huyen, los egipcios le persiguen, Moisés abre las aguas del
Mar Rojo para que se pueblo pueda atravesarlo y que después se ahoguen
sus perseguidores… Así hasta llegar al dictado de las Tablas de la Ley.
Entonces los israelitas adoran a un becerro de oro, y Moisés debe
hacerles entrar en razón. En definitiva, una historia conocida por
todos, muy bien contada.
Treinta y tres años después de su primera versión, Cecil B. DeMille
consigue su sueño de llevar de nuevo esta historia al cine, esta vez con
sonido y color. Una película con una enorme fuerza narrativa, que se
mantiene inalterable a lo largo del tiempo. Se encuentra entre las
grandes producciones que han hecho grande a Hollywood. Los actores son
de primera, y destacan Yul Brynner y Edward G. Robinson. Una película
muy entretenida, que se ve con gusto, repleta de escenas espectaculares.
En el Imperio egipcio, miles de esclavos, muchos de ellos famélicos,
se ocupaban de la construcción de todo tipo de monumentos, ya sean
religiosos o civiles.
En esta ocasión nos hallamos en pleno período del Imperio Nuevo y
dentro de esos siervos, encontramos a un buen número de ellos
pertenecientes a la raza hebrea, una estirpe autoconsiderada como el
pueblo elegido por Dios que anhelan la fecunda tierra prometida y la
llegada de un gran libertador que los redima del yugo egipcio.
Este último pueblo, marcado profundamente por sus convicciones
religiosas politeístas (a excepción del período de Amenofis IV con Atón)
en donde se rinde culto a un buen número de dioses zoomorfos, Horus, Ra
o Thot, es confrontado ante un clan monoteísta con un Dios sin formas,
pero muy presente en el quehacer de sus actividades cotidianas.
Dentro de esa coyuntura, un niño abandonado en el río Nilo será
adoptado por la hermana del poderoso faraón, crecerá y se convertirá en
un triunfante príncipe egipcio, pero con el tiempo y después de
descubrir su verdadero origen, se transmutará en el mesiánico líder que
conduzca el éxodo del oprimido pueblo judío desde tierras egipcias hasta
Canaán.
El maestro de los films colosalistas, que paradójicamente comenzara
su carrera en el cine mudo con innovadores films melodramáticos de la
significación de “La marca del fuego” (1915) realiza con esta su última
película, un suntuoso remake de un título dirigido por él mismo y que ya
había conocido un gran éxito de público en el lejano año de 1923.
Gran narrador cinematográfico, que sabe manejar como nadie las
escenas de grandes masas y otorgar un buen ritmo a películas de
extensísimo metraje, dota a la cinta con un excelente trabajo de
producción y ambientación, gracias a esos monumentales decorados de
cartón-piedra que recrean con exactitud el ambiente del Egipto antiguo.
La solemnidad que preside el conjunto, tanto en las actuaciones como
en el tono, perjudica levemente la acción del film, un film con un
glorioso reparto en el que se descubren dos corrientes, la melodramática
y la épica-bíblica y varios temas, el sentido de la libertad, el poder y
la ambición o la búsqueda del propio destino.
“Los diez mandamientos” es un colorista viaje por la historia del
levita Moisés, que contiene momentos realmente deslumbrantes, como por
ejemplo la aparatosa y asombrosa apertura del Mar Rojo ante el paso del
pueblo hebreo, escena clave de un buen espectáculo que ya es todo un
clásico del género bíblico.
PELÍCULA: